
¿Alguna vez te has visto atrapado por la ira? ¿Has sentido la necesidad de hacer que tu propio interior te advertía que no hagas? Si es así, esto seguramente te ha llevado en muchas ocasiones a hacer cosas que generaron daño a los demás y a ti misma/o. Esto te ha llenado de dolor, arrepentimiento y vergüenza por haber actuado de manera incorrecta. En ese momento, aun sabiendo que esa acción podría generar resultados muy negativos, has errado perdiendo el control y permitiendo que la emoción dirija tus acciones.
Somos seres humanos, cometer errores es parte de nuestra naturaleza. Estos son indispensables para nuestro aprendizaje y crecimiento continuo, reconociéndolos y trabajando sobre ellos podemos obtener una enseñanza de nuestras experiencias para no repetirlas y generar así mejores resultados.
Pero ¿Qué es la ira?
La psicología define la ira como la emoción que se expresa a través del resentimiento, la furia, la agresividad o la irritabilidad con el fin de responder a un ataque o amenaza que percibimos. Pero si lo que percibimos depende de la información que tenemos dentro, de nuestra mirada, de nuestras creencias y de nuestro estado de ánimo, ¿estaremos siendo “atacados” realmente o será producto de nuestra interpretación de un hecho? Si es producto de nuestra interpretación, ¿vale la pena desperdiciar nuestra energía defendiéndonos de ataques inexistentes?
Nuestro cerebro selecciona datos del exterior eliminando lo que no le parece importante. Hay que tener en cuenta, que lo que le parece crucial depende de nuestras creencias, así que somos nosotros quienes ponemos el tinte a las situaciones. Solemos tener prejuicios ante un hecho en vez de tener una mirada limpia.
Cuando la ira toma el control, la objetividad se pierde por completo y nos focalizamos en que somos víctimas de un poderoso victimario del cual debemos defendernos; en este momento es cuando nos encontramos atrapados por nuestro cerebro más primitivo (el reptiliano) su reacción es, defensa huir o atacar y el sistema límbico, que procesa las emociones actúan desde la impulsividad, tomando el mando, impidiendo que el neocórtex haga su labor (zona que se encarga de decisiones consciente y racionalmente).
Si lográramos gestionar ese “hervor interno” que produce la ira, nuestra consciencia conservaría el mando, permitiéndonos pensar con objetividad, regulando la emoción y actuando de una manera pacífica, evitando un conflicto, teniendo herramientas para poder dar una respuesta más ajustada a la realidad y acorde a nuestras necesidades y las del otro. Llegando a un acuerdo.
¿Cómo gestionar la ira?
En la medida en que observamos nuestro interior, comenzamos a reconocernos cómo funcionamos, cómo reaccionamos, qué sentimos y cómo nos comportamos ante los estímulos del exterior.
¿Qué creencias limitantes tenemos y bloqueos emocionales que no nos permite ver, sentir y actuar de una manera más regulada, más acorde con tus valores?
Auto Observación:
Observa tu respiración.
¿Hay en ti alguna sensación desagradable en el pecho o en la parte abdominal?
¿Repites mentalmente una historia donde tú estás siendo atacado?
¿Sientes necesidad de atacar? ¿Cómo reaccionas usualmente?
¿para qué y de quién debes defenderte?
¿Realmente estás siendo atacada/o?
¿Qué beneficios obtienes reaccionando con ira?
¿Qué pasa en ti después de haber atacado? ¿Hay sentimiento de culpa?
Sabiendo qué sucede en dentro de nosotros, es más sencillo percatarnos del nacimiento de la ira dentro de nosotros. Antes que se apodere de nosotros podremos observar y trabajar sobre ella previamente, para que cuando nos encontremos ante una situación de conflicto podamos actuar de una forma regulada y más acorde con nuestros valores humanos.
Sé el dueño de tus actos y no la “víctima”
Sea una situación, una persona o el entorno que crees que te produce la ira, este enfoque pone toda la responsabilidad de lo que sentimos fuera de ti y te convierte en “víctima”. Desde esa perspectiva no puedes hacer nada para solucionar la experiencia, el cambio debe ser personal. No hay excusas, tú tienes la responsabilidad sobre ti.
Las consecuencias de la ira son destructivas, generan desconfianza, distancia, separación, sufrimiento y dolor. Es el momento de que comprendas que todos somos parte de algo mayor y que haciendo daño a quienes nos rodean, realmente nos dañamos a nosotros mismos.
Recupera el mando, escúchate, mira en tu interior, ¿Qué te sucede?, ¿Por qué se produce esa ira en ti? ¿Qué necesidad no cubierta se esconde detrás?
Es el momento de trabajar tus creencias limitantes, bloqueos emocionales, tener una mirada sin prejuicios y desarrollar herramientas más saludables para la resolución de conflictos que estén alineados con tus valores. Puedes alcanzarlo, ahora es tu momento.
ELIANA PONCE ALVAREZ www.reconociendote.com
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